10 de mayo de 2011

Baúl noventoso

En aquel cuarto en el sótano de los recuerdos, reencontré mi viejo baúl. Ya maltratado por los años, encerraba historias fantásticas de capitanes en alta mar, liderando batallas del alma; de doncellas que soñaban con viajar en cada alborada y en cada ósculo disipaban la sublimidad de lo inconcebible; de hombres y mujeres que labraban la tierra fértil de posibilidades de vida; de padres que corrían contra el tiempo, buscando el pan para sus hijos, mientras los chiquillos pintorescos aferrados a las historietas de algún personaje en la tv; de señoras cuyas historias representaban la sabiduría de los años; de paisajes de paz, cultura, folklor y tradiciones heredadas; de gobiernos justos, todo ello... siempre a medias.

A finales de aquellos 90's, mi baúl había aguardado memorias tiernas de años hoy quizás olvidados o habrá algunos que dirán evolucionados. Eramos niños, cuando vestíamos la moda de Chucha o imitábamos a Olga Tañón, cuando estudiar y jugar eran nuestras más grandes tareas. Cuando eramos amigos, cuando respetábamos el pensamiento ajeno y admirábamos a nuestros viejos. Cuando soñábamos con correr por nuestra capital y volar chiringa hasta sudar. Cuando cada 23 de septiembre, entendíamos lo sagrado de las luchas de nuestros antepasados. Cuando cantábamos canciones de niños y eramos eso, niños. Conversábamos con amigos secretos o imaginarios, cuando eramos a nuestra manera, felices. Cuando jugar la Peregrina, Ambos a dos, escondite; era la tecnología más avanzada. Cuando conversar sobre nuestra historia significaba hoy, degustar un buen vino luego que llegas de trabajar. Vivíamos más despacio, se nos educaba sobre la importancia ciudadana, sobre las profesiones y nuestro amor a nuestras raíces. Entendíamos, quizás con menos recursos, la importancia y el deber de ser entes sociales.

Aquel baúl aún guarda los recuerdos del huracán George, la desvatación que sufrió Borinquen, nunca volvió a ser igual. Y muy a pesar de pérdidas materiales, nunca perdimos la esencia de luchadores. Nuestros padres continuaron trabajando, de a poco la Isla se iba restaurando. Estudíabamos algunos, en las tardes luego del colegio, gracias a la luz solar, mientras sólo se escuhaban los ruidos cotidianos de los vecinos o de algún automóvil. Unos tenían recursos solares y otros, tuvimos que esperar que el tiempo se encargara de que todo regresara a la normalidad. Las filas por una bolsita de hielo en el colmado de la esquina, recuerdo, eran inmensas. Los fasts foods tuvieron quizás un tiempo de gracia, por cada incentivo de bebidas, helados o comida que se compraba. Al buen tiempo, grandes y chicos dieron buena cara. Fue quizás, un tiempo de unión, de esos que no volverán tan fácilmente.

Pasado el tiempo, fuimos creciendo, ya no jugábamos con el vecino, las responsabilidades eran más numerosas, la tecnología cada día era mayor. Dejamos de a poco la bicicleta por el primer génesis, luego el nintendo y el ya obsoleto Game Boy; era lo último en la avenida. Plaza Las Américas fue remodelado, los centros comerciales eran cada día indispensables, la moda fue cambiando, comenzaron los jeans de campanas, y los anhelados Addidas. La presión en la escuela era supercicial, el pensamiento de muchos digamos, había evolucionado.

Finalmente, llegó la era de las computadoras, era un lujo poseer una. Primero ibamos a bibliotecas de las universidades cercanas, cuando el sistema era Windows 95, problamente. Fue un adelanto, ya los trabajos pasaron de ser páginas equilométricas a reducidas gracias al programa Note Pad y posteriormente Microsoft Word 93.

Recuerdos de cartas secretas, de llamadas imaginarias, visitas a amigos, tertulias en las marquesinas o mejor, fiestas de barrio; fueron disminuyendo. La faena y las responsabilidades según el crecimiento económico, fueron creciendo. Mientras más teníamos más deseábamos. Pocos ya tomaban la Ama. La gasolina de 30 y pico centavos fue aumentando, por la alza en el petróleo. Y así, nos fuimos acostumbrado a una vida mucho más cómoda, con más lujos y responsabilidades. Menos tiempo para la familia, para una charla con buenos amigos, contemplar la belleza de las estrella, el ósculo del sol y la alborada de cada mañana.

Nuestros tiempos, aquellos tiempos de amigos del alma, de trabajadores por vocación, de ancianos reconocidos por sus años de servicio, de Pijama Parties en casa de amigas, de canciones, de risas, de llanto, de añoranzas. Una carrera siempre a la carrera, diplomas colgantes y lujos oxidados. ¿Qué nos han dejado? Cuando el pan nuestro de cada día, quizás, es gracias a la evolución, involucionamos cada día. Ya no caminamos hacia la escuela o el trabajo. Muy pocos toman la guagua pública y ni hablar de la comunicación; ya no dialogamos.

Voy a retomar mi tarea, aquella que dejé en un baúl noventoso, aguardando la caridad de los años, de una buena mano que lo tome y lo limpie, redescubra su interior y pinte, pinte nuevas historias de paz, compromiso socio cultural y mejor calidad de vida .

¿Qué historia pintarás tú?

*SMO
10/5/2011

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